11/10/17

Texto de Gustavo Ponce


Caminamos unas cuadras por Directorio.
-Acá cerca hay un bar tranquilo-, dijo Camilo.
Encontramos mesa lejos de la ventana, cerveza de litro y maní. Hablamos de lo inmediato: trabajos mal pagos, mudanzas, un niño en camino. Y sin mucha vuelta, como si pasáramos a otro cuarto en una vieja casa chorizo, de golpe habitamos un lugar con otras leyes, con otro tiempo, comenzamos a hablar de la historia que contaría “Mostros”.
Vino la segunda cerveza y una nueva porción de maní.

El mundo de la animación es un mundo de vértigo. Allí todo es posible. Las personas pueden volar o transformarse en un objeto sin más. Cuando las ideas no chocan contra los bordes de un recipiente se expanden a ritmo propio, se mezclan unas con otras a pesar nuestro, y uno solo tiene el trabajo de ser fiel a ellas.
-Y cuando tengan letras en el estómago ¿cómo hacemos para que se vean?- nos preguntamos y casi al mismo tiempo encontramos la respuesta: -claro, son transparentes-. Reímos fuerte y chocamos los vasos una vez más. Esa misma noche llegaba un correo de Camilo a mi computadora.
“Mostros” ya tenía su primer boceto de personajes.

Gustavo Ponce

No hay comentarios.: